Si el sol calienta y el viento sopla a nuestro favor, comprueba si es sueño.
Mientras tanto, el hombre me dijo algo sorprendente:
–Déjalo chico, eso no tiene solución. Hagas lo que hagas no podrás salir de ese dolor, hay momentos en la vida que nos marcan de forma especial, unos para bien, y otros, por desgracia, para mal. En esos momentos es cuando debes actuar de una forma racional, pero por desgracia casi nunca es así. Aquí donde me ves, he viajado mucho, en mi juventud fui un apuesto joven pero dejé pasar una oportunidad, y nunca más volvió.
El anciano hizo una breve pausa, tal vez esperaba alguna respuesta por mi parte, pero yo estaba paralizado, no podía decir nada, él siguió hablando:
–En la vida, sólo tenemos una oportunidad; hay que saber aprovecharla o dejarla ir. Ahora pensarás que es fácil, sólo hay dos opciones. Pero, no lo es, muy pocos saben reconocer esa oportunidad. Y si la reconocen, actuarán de tal forma que sólo llegarán a saber las consecuencias de esa acción; nunca dónde les llevaba el camino que dejaron escapar. Pero aunque duela, no pueden pasarse el resto de la vida pensando en lo que nunca fue, no tiene sentido hacerlo. No se puede cambiar el pasado.
No fui capaz de preguntarle por qué me contaba aquello, por qué me sentía tan reflejado en su historia.
Cáncer, Maldito Seas
La relación que hubo entre los dos nunca fue más allá de lo estricto, de lo familiar, pero, tampoco fue mala. En mis recuerdos, y espero que en los tuyos también, aún quedan aquellos días, aquellas noches en aquella piscina seca jugando al tenis, en aquella era jugando al fútbol, sí, allí, dónde entre todos me disteis con el balón en la cara porque yo no quería jugar con vosotros, ya que me daba mucha fatiga al ser muy malo.
Aquellos días cuando nos perdíamos por el campo, cuando te miraba y veía al hombre que quería ser, tú, tu hermano y nuestro primo, erais mis modelos a seguir en la vida, pero, nunca os seguí, siempre fuisteis mis guías sin saberlo, nunca os lo dije, y nunca lo sabréis. Contigo quizás estuviese menos tiempo que con ellos, eras mayor, eres mayor, pero no importa, supiste guiarnos mejor.
¿Recuerdas aquel día que sacamos el tronillo por tu campo? ¿Recuerdas que dijiste que le pidiéramos al testigo de Jehová que ellos seguro que nos darían dinero? Yo sí, y aún sonrío, y sonrío más porque no nos dio. Desde aquellos días hasta hoy ha pasado mucho tiempo, tal vez catorce o quince años, en ese tiempo nos hemos visto pocas veces. Cómo se suele decir las justas, incluso podría contarlas con la mano.
Aquella vez que te golpeaste los testículos, y te visité con la abuela, que ya no está, y también nos vimos cuando ella falleció, juntos llevamos su ataúd, a pesar de tu estar malo. A pesar de tu enfermedad, quisiste colaborar a llevarla, sabes, ese día lloré de dolor, y de emoción. El dolor por perderla a ella, y la emoción por ver tu superación, por saberte ahí y que estabas bien. También estuvimos muy juntos aquella mañana, en mi cuarto, preguntándome sobre la vida, y yo, sin atreverme a preguntar por la tuya, por si removía alguna herida.
Siempre que nos vimos, lo hicimos en momentos familiares. Pero, tu padre, y tu hijo, casi todas las semanas iban a mi casa a ver a nuestra abuela, y, siempre le preguntaba por ti, por suerte, ibas bien, ibas mejorando y la enfermedad remitiendo. Hubo momentos difíciles en ella, en los que me hubiera gustado ayudar, darlo todo, dar lo que necesitabas, pero, no pude. Sin embargo, a pesar de lo que te dijeran y te doliera, ahí estuvo la familia. Ahí estuvimos contigo. Siempre apoyándote.
Ahora, esta maldita noche, esta maldita navidad, este maldito año, esta maldita entrada de año, siempre estará en mi memoria cómo el día que me dieron esta maldita mala noticia. Estabas en el hospital y te han dejado salir, tú no sabes lo que pasará, sólo algunos de nosotros, tú vivirás en la ignorancia hasta tu último día, pero, serás más feliz que los que sabemos que todo acabará cualquier día. Por eso, me gustaría verte, me gustaría estar a tu lado, pero tengo miedo, tengo miedo de ser débil, de que leas en mis ojos, de que dudes y sepas la verdad.
No quiero ser yo quién te dé la noticia, no quiero que te la dé nadie. Quiero que vivas en la ignorancia pero feliz. Yo necesitaba desahogarme, necesitaba llorar en soledad sin que nadie lo supiera, por eso escribí esto en el cuarto, porque sé que nunca lo leerás, y nadie escuchará mis llantos. No te olvidaré jamás, eso ten lo por seguro… Esta vez, más que nunca puedo decir, “por aquí todos estamos bien, luchamos por seguir como aprendimos de ti”
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