Cómo llevo prometiendo desde hace algún tiempo (quizás demasiado), aquí la entrada sobre la amistad... Este tema lo había tratado ya en El Rincón varias veces pero, en ciertos momentos, es bueno darles una relectura a esos textos y ver cómo han cambiado las cosas. Por último, para acabar esta introducción, qué mejor forma de empezar la entrada que dejaros con este tema de Mägo de Oz que trata de la amistad que Sancho jura a su señor (ni que decir tiene que ese señor es Alonso Quijano).
Recuerdo que en una de esas entradas hablaba con cierto rencor, el que por mucho tiempo fue mi mejor amigo, había desaparecido de mi vida con una herida profunda. Aún hoy esa herida no ha sanado, pero ya, al menos, no sangra. Sigue doliendo, pero no asesina. La vida es un devenir, y en aquel momento nuestros sinos se separaron, pocas veces desde entonces se han vuelto a juntar, y cuando lo han hecho no ha sido igual, más fría, más insulsa, más helada. Pero, quiero creer que aún queda el recuerdo de lo que fue y jamás volverá. Desde aquel entonces, mi vida encontró un camino difícil de seguir. Estaba solo. Cómo se dice en una canción de RIX, "me siento solo, pero no es una soledad física".
Y es que, no es menos cierto que en mi vida había muchas personas dispuestas a ayudar, a tender esa mano o ese hombro para seguir, es más, hasta tenía a mi pareja ya por aquel entonces. Pero, echaba de menos a aquel amigo. Era mi segundo año de facultad, y ya tenía algunos compañeros, que creía amigos pero no lo eran, nos faltaba la complicidad, en ellos jamás me refugié porque no me inspiraban esa confianza para hacerlo, y más aún al ser tan tímido. Quizás, fuera por ello por lo que comencé el blog, pero desde que mi amigo rompió la amistad conmigo, habían pasado cinco o seis meses. Desde que rompimos nuestro hermanamiento: porque, alguna que otra vez nos lo habíamos dicho, él para mí era más que un amigo, era mi hermano. Sabía todos mis secretos, toda mi vida, y sé que a pesar de lo que pasó, seguirán sólo en él, pero no será lo mismo ya.
Gracias al blog conocí a una blogger, que, hoy no recuerdo como comenzó la amistad con ella, esa complicidad... Tampoco recuerdo como llegué a ella, a su blog, pero sí el por qué de ponerme en contacto con ella: para pedir ayuda con mi blog. Recuerdo nuestras primeras conversaciones... siempre me dio tan pocos detalles sobre sí misma, que aún sigo sin saber como es, pero no importa. Todos esos detalles que no me dio se convirtieron en confianza, y un extraño saber que siempre estará ahí. Mi memoria es pésima, y sigo sin poder recordar cuál fue la primera vez que le pedí consejo, que le comenté algún problema o algo... pero, recuerdo que siempre ha estado ahí. Mucho más que las personas físicas que estaban a mi lado, y podrían darme esa ayuda que pedía. O tal vez tuviera miedo de que me juzgaran y sabía que ella no lo haría. Ella que nunca soportó a nadie...
El tiempo pasó y seguí apoyándome en ella cuantas veces fueron necesarias, y ella siempre estuvo ahí dispuesta a darlo todo. Pero mi vida seguía avanzando de forma vertiginosa, mis amigos, o más bien conocidos, en la vida no virtual eran cada vez menos, cada vez tenía menos relación con ellos, sin saber muy bien el motivo. Pero, en realidad, todos éramos tan distintos que eso tendría que pasar alguna que otra vez, porque los conocidos son sólo eso, conocidos. Otras veces, por desgracia es por culpa de la distancia o los problemas que surgen en la vida de uno por lo que se aleja. Y eso fue lo que me pasó con otro gran amigo, antes del primero que hago referencia en este post.
Con él viví algunos de los mejores años de mi vida, mis mayores locuras las hice a su lado. Y tanto él como yo teníamos esa confianza que es difícil de encontrar, pero la teníamos, nos aconsejábamos en temas del amor, y nos pasábamos horas y horas hablando de cosas, casi sin sentido, pero, que nos hacían sentir bien, tan bien como el lugar en el que estábamos. Años y años llenos de recuerdos, pero todo acabó por acabarse, aún hoy -por suerte- nos une una gran amistad, pero no tan grande como la que en aquel tiempo fue, la distancia la ha mermado, pero, no importa. Cómo se dice en el Final Fantasy IX (si no me equivoco): "mis recuerdos me acompañarán en el camino".
Y, en ese camino me encontré con otra blogger, que seguía mi vida a diario, seguía mis entradas y las leía más allá de lo que se podía ver... Y, fue por ello, por lo que en un momento de flaqueza suyo intenté ayudarla, mis manos están aquí siempre para ayudar, y con ella, si podía hacer algo debía de hacerlo. La pena de los blogs es que a veces te separan cientos de kilómetros de distancia de las personas que en esos momentos necesitan de ti o tú de ellos, pero siempre se intenta hacer algo para evitarlo y por los amigos más. En esos momentos volvía a tener un segundo punto de apoyo en mi vida, ambos a cientos de kilómetros pero estaban ahí y estarán en el futuro, lo sé.
Como tantas otras personas que, tal vez, ahora mismo no tengamos ese nivel de amistad-complicidad, pero sé que están ahí sin pedir nada a cambio, dispuestos a ayudar en un segundo, a dar esa mano amiga que levante. Tanto si están a cientos, miles o millones de kilómetros, como si están a un par de metros de mi. Siento su calor, siento su compañía... su amistad.
No podía dejar esta entrada sin hacer mención a, ahora mismo, la mejor amistad que tengo fuera de los blogs. En realidad, hace muchísimo tiempo que la conozco, pero jamás había hablado con ella, se me hacía tan imposible que ni siquiera se pasaba por la cabeza entablar una conversación decente con ella; pero como las mejores cosas en la vida, fue una casualidad que empezara esos inicios de relación con ella. Y casualidad tras casualidad, esa relación de compañerismo se fue tornando intensa, hasta hace poco, amistad. Digo casualidad porque todo lo que me ha envuelto con ella parece que ha sido el azar: azar de que empezásemos a hablar, azar de que tuviéramos una forma de conectarnos, azar el poder contarle lo que me pasaba aquel día... Y es que fue un día como otro cualquiera, cuando en un momento de bajón confié en ella, y le conté mi problema. Ella sin dudar estuvo ahí para ayudarme a salir, y otras veces después también.
Por ello, jamás le estaré lo suficientemente agradecido -como tampoco estaré a todos los que me habéis ayudado tantas veces, pero permitídme que con ella, y las bloggers que he comentado antes sea aún más especial-, por ello, cuando la he visto mal he intentado ayudarle, he intentado darle todo lo que podía... y gracias a ello, a sus innumerables acciones, a mis pocos hechos, nos une una amistad, y, de nuevo vuelvo a tener esa complicidad que creía perdida.
Así que:
Gracias... Amigos...